Sin decoraciones de Halloween ni gente disfrazada y con ingentes dispositivos de seguridad y un nuevo sistema de cámaras de circuito cerrado para anticipar aglomeraciones. Así vive este fin de semana Seúl el primer aniversario de la avalancha humana que se cobró 159 vidas en el barrio de Itaewon.
En la última década, para cualquier veinteañero que estuviera en Corea del Sur, Itaewon, famoso por ser el barrio más multicultural de la ciudad, era el lugar para celebrar Halloween con disfraces, alcohol y música hasta la madrugada. Sin embargo, la noche del sábado 29 de octubre de 2022 lo cambió todo.
Tras casi tres años de restricciones motivadas por la pandemia, unas 100.000 personas, deseosas de poder festejar de nuevo libremente, tomaron las calles de este vecindario que acogió en su día la mayor base militar estadounidense en Corea del Sur y es punto de encuentro para la comunidad LGBTI y hogar de la mayor comunidad musulmana del país.
El ayuntamiento de Yongsan, donde se sitúa Itaewon, no preparó ningún dispositivo policial específico pese a que empresarios locales habían advertido que en años anteriores la muchedumbre había alcanzado niveles peligrosos.
Los servicios de emergencia desestimaron a su vez decenas de llamadas de viandantes que, ya desde horas antes de la avalancha, advertían sobre las aglomeraciones.
Un callejón estrecho
Poco después de las 22.00 la cantidad de gente hacinada en un callejón de apenas cuatro metros de ancho que conectaba una salida del metro con una calle peatonal repleta de bares y discotecas se tornó insostenible; muchos comenzaron a caerse y los cuerpos a apilarse unos sobre otros, y parte de los que aguantaron de pie también dejaron de ser capaces de respirar.
Entre una gran confusión y con aparentes fallos en las cadenas de mando, los servicios de emergencia tardaron más de dos horas en sacar a todo el mundo del callejón, que tiene poco más de 30 metros de largo.
Se cree que en torno a un centenar de personas falleció en esa calleja, muchos otros lo hicieron en el hospital o mientras se los intentaba reanimar sobre la acera y un estudiante de secundaria -que fue reconocido después oficialmente como la víctima mortal 159 de la tragedia- se quitó la vida mes y medio después tras perder a dos amigos en la fatídica avalancha a la que inicialmente él había sobrevivido.
Este fin de semana, el ambiente en Itaewon no tiene nada que ver con años anteriores: no hay una sola calavera o calabaza en escaparates y terrazas, apenas se divisan uno o dos disfraces, el gentío parece el de un viernes o sábado cualquiera y las calles, literalmente, se han blindado.
Policías y voluntarios con bastones luminosos ordenan en cada intersección el tráfico peatonal, fuertemente regulado por unas vallados instalados en los callejones para dividirlos en dos vías de un solo sentido, mientras que junto a las avenidas principales, hay hileras de ambulancias y puestos de emergencia.
Hongdae, destino alternativo
En lugares como Hongdae, barrio universitario por excelencia en Seúl, las autoridades desplegaron carteles en los que se instaba a "no celebrar Halloween", puesto que la zona es la principal candidata para absorber a la gente que tradicionalmente acudía a Itaewon a festejar.
En todo caso, el panorama es idéntico al de Itaewon: seguridad extrema y escaso ambiente festivo, como si disfrazarse fuese ahora un tabú.
Además de los más de 1.200 agentes desplegados en las zonas de ocio nocturno más concurridas de Seúl, la ciudad ha adoptado este año un sistema por el cual un programa informático realiza conteos de personas a partir de imágenes de cámaras de circuito cerrado instaladas en calles normalmente concurridas.
El sistema activa alarmas si detecta señales de aglomeración peligrosas, pero para las familias de aquellos que fallecieron en Itaewon tanto esto como los ingentes despliegues de personal policial y de emergencias se antojan como un intento vano a la hora de enmendar los graves errores de aquella noche.
La asociación que los agrupa ha denunciado el abandono de las autoridades y el que la investigación policial sobre el suceso, que se cerró con 16 imputados, no afectara a importantes cargos de Gobierno o policía a cuenta de una grave negligencia, en virtud de la cual, insisten las familias, el Estado surcoreano se mostró incapaz de garantizar la seguridad en la vía pública.
Ahora solo ansían que el Parlamento apruebe próximamente una ley para reabrir las pesquisas a manos de un comité independiente que brinde las muchas respuestas que exigen familias y seres queridos.
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