
Cuando la muerte ya rondaba el Pedregal de San Ángel y Gabriel García Márquez intuía que el final no andaba demasiado lejos, agarró a su hijo Rodrigo y le confesó que, más que miedo, lo que tenía era una inmensa tristeza. Estaba empezando a perder la cabeza y, asegura su hijo, era «angustiosamente consciente de ello». «¿No te das cuenta de que mi cabeza ahora es una mierda?«, decía el autor de 'Cien años de soledad'. Entonces agarraba un libro y empezaba a ojearlo sin saber quien era el autor. «Más tarde veía su foto en la portada y decía: 'Oh, ¿este libro es mío? Será mejor que lo empiece de nuevo'», recuerda Rodrigo García en una extensa y emotiva... Ver Más
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