Hace ocho años que Soraya Nárez abandonó la "organización", como ella la llama ahora, Testigos de Jehová, pero aún sufre las secuelas de haber crecido hasta los 25 años con alguna publicación o un anciano (el equivalente a un pastor) que le dijera lo que tenía que hacer y pensar en todos los ámbitos de su vida.
"Yo estoy acostumbrada a tirar de una figura que me diga lo que está bien y lo que está mal. Aún me cuesta confiar en mi experiencia y tomar decisiones, entender que mi propio entendimiento es válido. Es algo en lo que, a día de hoy, sigo trabajando", explica Soraya Nárez (Alcalá de Henares, Madrid, 1990) en una entrevista.
Aportar una "prueba" del dolor que le causó esta confesión, sobre todo a partir de su expulsión, que la apartó de su padre y de su círculo, es lo que le ha llevado a escribir su primer libro, No somos parte del mundo, que publica el sello Ediciones B de la editorial Penguin Random House y saldrá a la venta el 14 de marzo.
Tomó la decisión al ver en la televisión a un responsable de los Testigos de Jehová asegurar que el trato que dan a los expulsados los adeptos es algo "meramente personal" y que la organización "no influye en esa decisión".
"Ahí me volví loca porque es completamente mentira", recuerda Soraya, quien decidió entonces compartir su historia para dejar claro que lo que le pasó a ella "no es una anécdota, sino que hay una normas y una organización que hace que la situación sea así de dolorosa".
Como prueba de ello, su libro incorpora seis páginas de bibliografía con artículos y publicaciones oficiales de la organización como La Atalaya, ¡Despertad! o Pastoreen el rebaño de Dios, que recogen las normas e ideas de la confesión y apoyan su relato.
"He tenido que escribir este libro con ayuda psicológica porque entré en un bucle de obsesión de leer y releer toda la información de los Testigos de Jehová para poder decir 'Soraya, no has estado loca", explica ahora la joven.
La siempre inminente llegada del Armagedón
En su libro, Soraya relata cómo ha sido su vida desde que tiene recuerdos, con algunos sucesos muy íntimos, que ha decidido incluir para mostrar "a qué profundidad y a qué nivel la organización está metida en todas las áreas de tu vida". Entre otros hechos, narra cómo en su casa se vivió con entusiasmo los atentados del 11S trasmitidos por la televisión porque pensaban que "el juicio de Jehová se acercaba".
La autora cuenta cómo la organización moldeó poco a poco su vida y creció sin poder hacer amigos en la escuela porque eran "mundanos", celebrar su cumpleaños o desarrollar libremente su sexualidad, ya que las relaciones fuera del matrimonio podían ser motivo de expulsión y, por lo tanto, del rechazo de toda el entorno.
También desgrana cómo la organización castiga la homosexualidad con la expulsión, desaconseja los estudios universitarios, pide a sus adeptos mantenerse al margen de la política y tiene sus propios comités judiciales, que operan al margen del mundo, todo ello bajo la constante amenaza de la inminente llegada del Armagedón.
En su libro aborda también la cuestión de los abusos sexuales en el seno de la organización y su supuesto encubrimiento: "La idea siempre es no ir a los juzgados del mundo, arreglar todo en la congregación y no manchar la imagen de los Testigos de Jehová", resume Nárez.
Familias rotas por un árbol de Navidad
Pero lo más doloroso para esta joven llegó tras su expulsión, momento al partir del cual todo su círculo dejó de dirigirle la palabra. Su madre y su hermana salieron de la organización, pero con su padre no se habla desde que publicó en redes sociales una foto en la que aparecía un árbol de Navidad en su casa, algo prohibido para los Testigos.
Soraya se mudó a Inglaterra para empezar una nueva vida, lo que ha conseguido poco a poco: tardó cinco años en ser capaz de celebrar su cumpleaños y reconoce que, a día de hoy, si tuvieran que hacerle una transfusión de sangre, es algo que le provocaría mucho estrés, razón por la cual tampoco come morcilla.
Después de tocar fondo, hoy se encuentra "esperanzada" de que, a partir de gestos como el suyo y de la Asociación Española de Victimas de los Testigos de Jehová, la organización llegue a cambiar sus normas, ya que aún considera que es capaz de "ser algo bonito".
El aval de la Justicia a las víctimas
Hace unos meses, una jueza emitió dos sentencias en las avaló que la asociación de víctimas cuestionara públicamente las prácticas de la organización hasta el punto de referirse a ella como "secta extremista y destructiva". Un hito que a Soraya le ha dado "muchísima tranquilidad" ante las posibles consecuencias legales que podía tener su publicación y le ha hecho sentirse "escuchada y apoyada".
Confiesa que se le ha pasado por la cabeza que su libro caiga en manos de su padre, al que dedica esta obra junto a su madre y su hermana, y le haga "abrir la mente", pero esta idea enseguida se desvanece.
"Mi propio libro y todo lo que está saliendo para los Testigos de Jehová es como un refuerzo de que son la religión verdadera porque están siendo atacados, tal y como atacaron a Jesús. Entonces sé que esto dará más fuerza a la gente que no contactó conmigo para que, si había alguna mínima posibilidad, no lo hagan", explica Soraya, con la voz temblorosa, sobre esta lógica que un día fue suya y que hoy la separa de lo que más quiere.
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